Oribista, El

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El partido que cayera gloriosamente en los muros de Paysandú, no ha terminado su obra. Quedó interrumpida en aquella desgraciada ocasión, en que Leandro Gómez, Lucas Píriz, Braga y otros, abrazados a ios girones del pabellón patrio, ofrecían sus pechos varoniles a las balas mercenarias de los que buscaban la revancha de Sarandí e Ituzaingó. También estaban allí, los que levantaban frente a la enseña gloriosa, y el simbólico trapo rojo!...

Como blancos,--oribistas,— por excelencia sentimos en todo momento, la integridad inmaculada de nuestros grandes ideales. No siente el Partido Blanco, la necesidad del gobierno para saciar apetitos ni mezquindades denigrantes. No!

El Partido siente la necesidad de hacer una verdad tangible los postulados que pregonara Timoteo Aparicio el 70, Aparicio Saravia y Diego Lamas el 99 y 1904, Carmelo Cabrera en su intentona atrevida y heroica de 1910, Washington Beltrán, el apóstol gallardo y generoso que rindiera tributo a sus convicciones blancas, como lo rindiera también en otra época, aquel otro iluminado que se llamó Francisco Lavandeira.

Para que continuar ...

La nómina es extensísima como extensísimas eran aquellas columnas bizarras, que corrían las serranías de la Patria, pregonando el verbo de la democracia blanca.

«EL ORIBISTA» ajustará su prédica a este esbozo de ideas, pugnando incesantemente por la realización del gran ideal.

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